lunes, noviembre 23

Seis, en el Siete a las Ocho

Si bien necesitaría ver más minutos de este programa, emitido por Canal 7, para realizar un juicio valorativo, los momentos observados me obligan a realizar una pequeña opinión.

Recuerdo una respuesta de María Julia Oliván, conductora del espacio, ante la pregunta sobre si “Seis, en el siete a las ocho” no cometía el pecado de ser un programa oficialista. La joven periodista respondió: “Cuando alguien me hace esa pregunta sólo le contesto que vea el programa y se dará cuenta que no es así”.

Bueno, he visto muchos fragmentos del programa y la verdad es que deja mucho que desear. Es muy interesante la manera en la cual todos sus columnistas ponen en claro una gran serie de verdades que ridiculizan (de manera precisa y ajusticiadora) a la oposición, pero se olvidan del gobierno que sostiene estas políticas. Para ser más exacto: Con respecto al debate de la inseguridad, los informes que he visto se centran en las disparatadas ideas represivas de los famosos y/o políticos opositores. Hay un trabajo de edición muy claro que consiste en una posición más reflexiva sobre el tema, haciendo foco en las problemáticas educacionales, culturales y las oriundas en la desigualdad económica y social existente. Todo muy prolijo y tolerante. Ahora: ¿Quién sostiene y profundiza esta desigualdad? ¿Quién asegura las deficiencias en la educación? ¿Quién ahonda en la marcada desvalorización de la cultura? ¿Quién conserva la concentración del capital? ¿Quién posterga los incrementos salariales en las mencionadas esferas, mientras se subsidian a empresas multimillonarias? El Ministro de Educación Nacional, Alberto Sileoni, es claro cuando habla sobre los sueldos de los docentes: “No podemos decir que los sueldos son extraordinarios, pero para nosotros se han mejorado mucho, son dignos”. Utilizando el sentido común, si una pata de la educación no es considerada como extraordinaria (en este caso los sueldos de los docentes, pero puede ser también la inversión en infraestructura), es necio declarar que la educación propiamente dicha sea un sector privilegiado en la actualidad. A “Seis, en el siete a las ocho” no le alcanza el tiempo para analizar esta perspectiva. Su película proyectada termina a la mitad y nos perdemos el final.

Es elogiable su lectura sobre las limitaciones de la llamada “oposición”, pero su mirada es acotada. El soundtrack de la emisión lo dice todo: Canciones optimistas que remarcan que la realidad no es tan desagradable como la describen.

Quizás soy ingenuo y pienso que la gran falla de “Seis, en el siete a las ocho” sólo sea la de no contar con una visión más general. ¡Pero no!. Me resulta muy difícil no acusar que “Seis, en el siete a las ocho” cae en el gran error de señalar las aberraciones opositoras al mismo tiempo que olvida las inmundicias oficialistas. Ejemplo (asqueroso): Un informe acertado sobre la política del Gobierno de la Ciudad que se basa en encontrar siempre una excusa ante las críticas se arruina (o define su verdadera intención) con una última frase aleccionadora, a cargo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, diciendo que ella nunca deposita las culpas en el otro. Sobran los ejemplos que contradecirían esta editorialización televisiva. Así como imagino que, en el caso de continuar viendo este programa, sobrarían los ejemplos para acercarme a la idea de que "Seis, en el siete a las ocho", bajo la falacia de una supuesta mirada profunda y crítica del stablishment, pinta la realidad con la misma brocha que el IndeK decora las estadísticas.

1 comentario:

Marianela dijo...

Hola!
Mirá, yo vi algunas veces el programa.. y aunque cada una de esas veces quise darle una oportunidad, finalmente la verguenza ajena hizo que cambie de canal en un promedio de 10 a 20 minutos de emisión. Básicamente, todo lo que describís puede aplicarse a la mayoría de los informes que pasan. Y ni hablar de los comentarios de los "panelistas" que en su intento por ponerle humor irónico a las críticas hacia la oposición, derraman obsecuencia. Es lamentable y no entiendo como Olivan se presta a semejante propaganda oficial (dicho sea de paso en un canal público, bancado con fondos publicos, que de ninguna manera tendría que utilizarse para esto). Si se quiere, hasta por una cuestión de ética periodística... Tal vez, y solo tal vez, sería más honorable que digan: "si, yo banco a este Gobierno y quiero hacer este programa porque me parece que hace falta -no puede negarse que usando las mismas herramientas de los opositores aportan una mirada diferente- y como en otros canales no me lo dejan hacer, me vengo a este donde no me censuran".
Pero vender gato por liebre... creo que eso, en definitiva, es lo peor de Seis en el Siete