Es muy difícil realizar un análisis de esta película sin poner el acento en la notoria ternura que ésta provoca. El filme dirigido por la dupla Rainer Frimmel -Tizza Covi es un ejemplo claro sobre cómo evitar la cursilería y la moralina barata cuando se intenta contar una historia de profundo amor.
En este caso, el eje de la historia se centra en una niña llamada Asia, quien es abandonada por su madre. Una mujer, de nombre Patricia, encuentra a la menor y decide cuidarla, esperando a que la madre regrese. Desde el momento en que Asia llega a su nueva casa, todas las personas que la rodean se rinden ante su inocencia y hermosura, transformando a su nueva morada en un hogar de contención y cariño. Si bien el miedo por el regreso de la madre crece al mismo ritmo que el encariñamiento, esta inseguridad nunca afecta el amor dado. Cualquier egoísmo es dejado de lado en pos del bienestar de la nena hallada.
La presencia de actores no profesionales y la decisión de filmar cámara en mano, le dan a la obra italiana un tono realista que impacta y conmueve. De esta manera, “La Pivellina” logra plasmar una serie de valores ya evocados en innumerables filmes, pero sin caer en vicios sensibleros y expresando una naturalidad emotiva.
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