lunes, septiembre 8

Un novio para mi mujer

Existe un cine nacional que tiene las cosas en claro, su objetivo bien nítido, su mensaje pre-establecido y, principalmente, su tipo de público. Es un cine que se muestra seguro de ser quien es y, en términos económicos, tiene todos los cabos atados para lograr ganancias importantes. Apelan a distintas expresiones comunes de una sociedad para crear así una identificación clara y regocijante con sus espectadores. Éstos, no asisten a las salas en busca de historias ajenas a ellos, sino que invaden los complejos comerciales buscando similitudes que los haga sentirse parte del filme. En otras palabras, persiguen la cotidianeidad. Todo lo narrado anteriormente no es negativo por sí mismo. Una obra maestra “nacional y popular” fue “Esperando la carroza”, comedia en la cual las referencias hacia un espectador promedio son innumerables, así como eternamente graciosas. El problema se asoma (y permanece) cuando, por un lado, las actuaciones son paupérrimas, y por otra parte, los guiones parecieran ser escritos por un espectador de la primera fila. En esta falla cae “Un novio para mi mujer”, película interpretada por Adrián Suar, Valeria Bertuchelli y Daniel Goity como principales protagonistas. Lo de Suar es un caso grave para el cine (y TV). Ha intentado utilizar sus pocas dotes artísticas para llevar a cabo un personaje tímido, con enredos expresivos y algo obsesivo en sus formas. Muchas veces, un actor amateur soluciona ciertas dificultades con la espontaneidad e improvisación. A Suar se le torna imposible expresar alguna de estas dos maneras. Su artificialidad es tan grosera que son pocos los momentos amenos del filme en los que está en foco. Para peor, ya con su plasticidad en las espaldas, intenta crear un personaje superfluo. Lo que provoca es una vergüenza ajena no sólo hacia el director de programación de Canal 13, sino también a los concurrentes que estallan en risas entre el pochoclo que mastican y los celulares que les suena. Un novio para mi mujer” posee una historia sencilla. "Tierno" (Suar) no se anima a dejar a su mujer, nombrada como “La Tana” (Valeria Bertucceli) y decide recurrir a un especialista: Un casanova llamado “El cuervo” (Gabriel Goity), quién tiene gran historial conquistando mujeres casadas. Como punto de partida, la película dirigida por Juan Taratuto pareciera tener en sus manos una trama entretenida. Lo confirma la actuación desbordante de Valeria Bertucceli, quién a fuerza de puteadas y una sobre dosis de frases y gestos naturales y pesimistas, deja en claro lo esencial que es su participación en la película. Durante una hora y media, “La Tana” marcará el territorio del filme, a pesar de que en algunas ocasiones sus modos de actuar empiecen a ser ofrecidos en demasía. Bertuccelli se aprovecha, involuntariamente, del gran déficit de sus pares, y brilla no sólo por sí misma, sino por la gran oscuridad aledaña tanto de Suar como de un estereotipado Gabriel Goiyti.

Como se había sostenido anteriormente, el puntapié inicial de “Un novio…” no es negativo. Pero, desafortunadamente, el interés concluye en su comienzo, ya que una vez planteada la situación, pocas sorpresas nos dará la “obra”. Los gags made in Francella (los cuales se vuelven más graciosos con el azúcar pochoclero), escenas “cómicas” que remiten al peor cine nacional (el de los 70´) con sus clásicos tropiezos, caídas, etc.…, el masticable arrepentimiento de parte del marido por lo que ha hecho y un final feliz para que la muchedumbre congele sus cerebros y sonrían, son parte integral de “Un novio para mi mujer”. Por otra parte, no está de más ser recurrente y recalcar que es asombroso como Bertucceli se abstrae de la decadencia del filme, y puede construir (ella sola) un personaje que no sólo tiene las líneas cómicas, sino que también puede conmover con algunas frases que acarician un corazón desolado. El final fue un estallido de aplausos. La “obra” había gustado. También gustó mucho el hecho de que un sábado por la noche haya una promoción cinéfila de 2 X 1. Los pochoclos tenían un sabor especial: el del olvido.

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