lunes, octubre 27

Prietto viaja al cosmos con Mariano

Crónica vieja, pero actual de todas formas....

Fecha Plasma. Jueves 4 de Julio. Prietto viaja al cosmos con Mariano + Hacia 2 veranos + El festival de los viajes

El pasado jueves 4 de julio en Plasma (Piedras al 1856) fui testigo de un recital anárquico, excitante y enérgico. Se trata de un proyecto titulado Prietto viaja al cosmos con Mariano, grupo que compartió fecha con otras dos bandas indies como lo son Hacia dos Veranos y El Festival de los viajes. Si bien los últimos dos grupos terminaron unificando una buena reunión de jueves por la noche, es imprescindible no dedicar este post de manera entera a quienes abrieron la fecha. La primera impresión (que no siempre es la que cuenta) reflejaba una similitud con los White Stripes, ya que los dos integrantes de Prietto viaja al… son, como bien lo señala su nombre, dos pasajeros hacia las altitudes;

Prietto lleva una guitarra eléctrica y suma una forma inclasificable de cantar, con voces que pueden ir desde la comparación más terrenal con Calamaro o Pitty (original o copia) o tomar alturas incomprensibles, amoldarse a los sonidos y olvidar por un tiempo la formalidad de la lengua establecida. Gritos, espantos, reflexiones, miedos y catarsis son algunos de los disfraces con los cuales Prietto y cía despegan hacia otras galaxias ensordecedoras. También este trip, auto clasificado como un “rock no sé psicodélico”, se alimenta de las desviaciones incansables de la guitarra de Prietto, quién pareciera entrar en un trance con las cuerdas y comienza a tomar influencias varias para llegar a su propio estilo sin nombre ni parámetros. El progresismo de Captain Beefheart, el guitar heroe de Jimmy Hendrix, la juventud eterna de los Sonic Youth, el Folk de Syd Barret y la psicodelia que representa meter miles de influencias en una licuadora, genera que Prietto viaja al….no pueda ser visto siempre con los mismos binoculares.

Como bien lo remarca el nombre del dúo, Prietto no viaja sólo, sino que tiene un co-piloto que dirige, con la misma intensidad, los destinos musicales del proyecto. Mariano es quién toca la batería, dispara efectos de cuarta dimensión y ayuda con las vocalizaciones que buscan un lenguaje nuevo. Los furiosos golpes a la bata hacen más caótico este viaje compartido con diversas turbulencias no identificadas por las torres, ya que se trata de un efecto imprevisto y cautivador, que deja sin reacción a cualquier persona que busque respuestas en conocimientos ya supuestos.

Los discos de Prietto viaja al…. son cuatro. En este link pueden bajarse tres de ellos. No obstante, se aconseja obviar toda indiferencia provocada por la escucha de los EP, ya que si bien es una muestra importante de la obra del grupo, no es para nada incidente con lo vivido en un escenario. Se trata de una experiencia tan celestial como mundana. Sonidos reales con pretensiones utópicas, o como bien lo señalan ellos mismos “son dos personas tocando lo que les pinta. La locura parece psicodelia, el descontrol parece rock & roll, la melancolía parece una balada, y así todo parece algo”.

Un espiral interminable que su satisfacción reside en el carácter eterno, una sucia manera de hacer rock o simplemente una guitarra y una batería intentando originar un silencio blanco y pacífico mediante ruidos ensordecedores, violentos y, principalmente, naturales. El movimiento está en Prietto viaja al cosmos con Mariano y quien perciba esa alteración querrá estar dentro.

lunes, octubre 20

Tape: "Luminarium"

Ruidos simples. Canciones desarmadas que a pesar de mostrarse en maquetas, suenan como un todo. Basándose en un sistema cartesiano, Tape elije una forma de concebir la música partiendo de las partes más simples para llegar a las más complejas. . Cuando uno escucha su disco titulado “Luminarium” entiende este proceso racional.

No obstante, Tape no sólo sorprende por su costado inteligible en cuanto a la construcción analítica de sus canciones, sino que también se ocupa de la parte sensitiva con piezas bucólicas, comandas por guitarras acústicas que entran en perfecta concordancia con los sonidos naturales aleatorios que rodean a las canciones. De esta manera, el grupo oriundo de Suecia encuentra en su experimento formas sistemáticas y cálidas al mismo tiempo. Elementos objetivos y subjetivos. Sonidos que a pesar de su perceptible apego por las extrañezas no pierden su carácter emocional, logrando así una conjunción de paletas sensoriales dispares y multifacéticas, para nada uniformes. Sus instrumentaciones pueden resultar un tanto frías a priori, pero gracias a sus lineamientos melódicos no caen en la indiferencia electrónica tan en boga hoy en día.

Tape produce una nostalgia típica de quiénes añoran tiempos en los cuales los vinilos eran (más que un) soporte físico para contener una obra artesanal. En este caso, puede tomarse la atribución de pensar que, debido a la ubicación temporal del grupo, Tape sitúa al cassette como elemento de antaño y por ende rememorativo, con el cual el conjunto lleva a cabo su mezcla de objetos reciclados con las nuevas posibilidades tecnológicas. Esta intención posmoderna de reciclar viejos sonidos a través de las nuevas oportunidades técnicas da como resultado no sólo la imposibilidad de catalogar a este grupo, sino que también termina caracterizando a “Luminarium” como una música atemporal y sin un espacio fijo.

No vale la pena remarcar una u otra canción como núcleo de este propósito, ya que, a pesar de contar con muchas variantes auditivas, el disco en su totalidad es un compendio de resonancias introspectivas en estado de iniciación. No busquen encontrar canciones “redondas”. Menos aún letras. Tape no intenta llenar los espacios compositivos. Su plan es crear climas en estado latente, manifestaciones que podrían ser completadas, decisiones que quedan a mitad de camino entre lo que podría haber sido y lo que, en definitiva, es. Un sueño fugaz e incompleto que uno intenta no olvidar fácilmente cuando despierta. Afortunadamente para nosotros, tenemos la posibilidad de volver a reproducir estas alucinaciones cuando uno lo desee y así comprobar si se trata de algo perdurable o no.

lunes, octubre 13

No More Music

Muchas veces (casi siempre en realidad) uno tiene que presenciar una situación para comprobar algunos preceptos. Ayer sucedió algo que convalida dicha afirmación. Seré breve, ya que no quiero simplemente insultar al cielo y terminar con un reclamo egoísta y oportuno. La intención de este post será simplemente la de narrar algo que todos saben, muchos lo comprobaron y, porque no, alertar a otras personas que aún no han sufrido esta situación tan común como molesta.

Ayer fui víctima de un robo. Calles: Perón y Callao (Capital Federal). Hora: Entre las 4 y las 5 de la madrugada. Detalles: Un coche que se deja estacionado en mencionadas calles. Un par de cafés tomados en un lugar con una M en forma de arco iris a una cuadra del lugar citado. Pasada la hora, la vuelta hacia el vehículo y la vista de un vidrio trasero destrozado por una piedra.

Hecha la aclaración de los elementos formales, paso a desarrollarlos un poco. ¿Con qué podría empezar? Como el título es lo más significativo, creo que podría decir que fue y es doloroso haber perdido el reproductor MP3 que a pesar de tener un costo alto, no es su precio lo que hace dolorosa la pérdida. Los momentos, segundos, minutos de felicidad originado por sonidos que canalizaba este aparato se detendrán por un tiempo. Y da tristeza.

Terminado el llanto, paso a otro elemento. Sé que mis palabras sonarán muy obvias y “manoseadas”, de todas formas no deja de sorprenderme algo. ¿Cómo es posible que nadie haya visto y/o denunciado el hecho? Es frustrante recordar los patrulleros que percibimos antes del siniestro por la zona, así como también irritante ver a bastante gente caminar por Callao, una vez que se tomó nota de lo sucedido. Es inentendible que nadie haya visto, oído, sentido, etc.…Pero pareciera que así fue…

Continúo con estas palabras que seguramente se han escrito unas miles de veces. Al termina de asimilar la cuestión delictiva, se intentó encontrar una comisaría. Desde Callao y Perón, hasta Viamonte no había un solo policía en las calles. Fue casi una odisea encontrar a un muchacho de azul para preguntarle sobre la comisaría más cercana. Hubo un momento en el cual la búsqueda era ya sin sentido.

Un canillita siempre sabe de estas cosas, y así fue.

Si algo me faltaba para ser una persona común creo que ya lo he conseguido. Al entrar a la Comisaría (Lavalle 1985) me encontré con un panorama desolador. Nadie en las afueras de la dependencia y nadie en el sector donde se nos debían atender. Para más sorpresa, computadoras y otros elementos electrónicos estaban a la vista con muchas puertas abiertas. Era una escena bastante absurda. Pero era recién el principio. Al notar que la atención al público era inexistente, comencé a recorrer el lugar, hasta que dí con una persona que estaba concentrada con su CPU. Este hombre demostró su enojo ante mi “atrevimiento” de buscar a alguien que quisiera tomar nota de lo sucedido. Seguramente le hubiese encantado que me conformara con los toc-toc a la puerta y esperar eternamente sentado. Cuando apareció un oficial, éste no pudo con su ingenio y su aparición lo que menos trajo fue soluciones. La máxima seguridad de los datos no creo que sea el fundamento principal para pedir que el coche esté retenido hasta el martes para las pericias. “Una denuncia menos, es un punto a favor”, imagino que pueden pensar estos muchachos.

Entonces….En conclusión: Si tenía alguna duda de que era una persona común, ya no la tengo. Soy uno más de las estadísticas (extra-oficiales) de

inseguridad. También soy una excepción al “saber popular” que teme al “peligroso Conurbano”, esa jungla insegura que pueden matarte en cualquier instante. Bueno, en esa “selva” no me han tocado. Fue en Capital Federal. En dos calles bastante transitadas, como lo son Perón y Callao, dos calles que son un aviso para quién lea esto, ya que fue extraño escuchar, minutos post-robo, a un flaco gritar: “Me robaron el celular”.

Que decir de la policía que nadie haya dicho antes. Nada. Simplemente denunciar su

inexistencia por toda la zona mencionada y su burocratización para realizar una denuncia.

Para terminar; un duelo. Por tantas horas de alegrías auditivas. Sniff!....QDEP

lunes, octubre 6

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Pequeña interpretación de una imagen, a la cual se le agregó texto y, para darle un toque final, sonido. Se aconseja mirar fijamente la imagen (es una foto tomada de una revista, por eso no se ve bien). Luego leer el texto y, por último, escuchar el tema. Una vez cumplido estos pasos, pueden decir: "Que estupidez". Ja!
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En un frío y desolado lugar. Lejos de toda manifestación social, un cielo ofrece premoniciones sombrías y pocas agradables para un ser humano. Allí, debajo de las amenazantes nubes, sobre un terreno alfombrado de nieve, un hombre mayor pasa sus últimos días. Ha elegido esta gélida morada, porque quería comprobar si existía un lugar más helado que su corazón. Al mismo tiempo se ríe de tal pensamiento, tan dramático, que roza la cursilería. Su nombre es Julián. Aún no ha decidido la manera en la cual dejará de ser. Tiene en vista un árbol que le causa una sonrisa a su indiferente rostro, debido a la extraña inclinación que la planta posee. Atar una soga en el extremo de una de las ramas podría significar un esfuerzo importante, pero no sería imposible. Luego, simplemente habría que tomar coraje (el último) y quedar a merced de la resistencia, tanto de la cuerda como de las extremidades del árbol. Por otra parte, este hombre de unos 50 años, tiene una empatía común con el mar. Y, a pesar que cabe la posibilidad que el agua esté congelada (condición que perjudica a la realización “pacífica” del objetivo), imagina que avanzar lentamente por la pequeña pasarela que une la tierra con el agua, sería un final digno y menos trágico. Una vez llegado al límite del corredor, podría pensar un último pensamiento, ya sea casual o voluntario. Tendría tiempo de contemplar, por última vez, un bello paisaje que, a pesar de ser testigo y partícipe de tal acción, no perdería jamás la condición de ser la última representación percibida por un ser humano a punto de terminar con su legítima vida. El dictamen le pareció tan nítido como la blanca nieve que cubría sus zapatos. Una vez que terminó con este dilema sobre las formas, una nueva sensación empezó a rodearlo. Hasta ahora, se había “divertido” con sus juegos mentales, con las fundamentaciones válidas y erróneas para elegir tal cosa, tal otra, había perdido el tiempo ocupado en la burocratización del suicidio. Pero ahora ya estaba todo dado. Había llegado a la anteúltima parte de un proceso comenzado ya hacía un mes, con cronogramas de viajes, mentiras esquematizadas a sus seres queridos (“La vida de un empresario expansionista es así. De viaje en viaje”), despedidas que intentaban no revelar su carácter eterno y otras vicisitudes menores. Pero ahora, que no había ningún obstáculo para terminar con su angustiosa existencia, Julián permanecía rígido. No podía avanzar hacia la diminuta pasarela que le conduciría hacia su tan pensado destino. Se encontraba tan firme en el suelo como lo estaban las montañas que podía divisar a varios kilómetros delante. “La fe mueve montañas”, recordó con una esforzada mueca de gracia. Pero él no era creyente, y tampoco tenía la intención de convertirse en uno, justo ahora, cuando lo que necesitaba era simplemente un movimiento inerte, vacío de toda espiritualidad que lo llevara hacia el mar, y así, marcar el punto final a una historia, que según él, poca lógica tenía. Escasas personas podrían mostrarse interesadas en su devenir, y dentro de los seducidos, sólo una mínima parte gustará de su trajín sino finaliza con una secuencia mortal. No obstante, “quizás pueda servirle a una banda de rock para componer temas melancólicos, y, de esta forma, atraer a miles de jóvenes desesperanzados”, pensaba Julián sobre su acontecimiento. Con sus cinco décadas encima, este último parecer no lo conformó. Menos aún le pareció ameno el pensar que quizás dentro de un tiempo (lejano o no) otra persona podría estar en el mismo lugar donde él se encontraba, haciéndose las mismas preguntas, solucionando los mismo problemas, dudando al final, como él lo estaba haciendo. “Si así ocurre, espero no saberlo”, se dijo así mismo, contentándose un poco. Fue en ese preciso instante, que gracias a ese pequeño lapso de buen humor, el profesional recordó porqué había llegado a tomar tal determinación. Porqué había desembarcado en un ambiente tan inhóspito, pero a la vez digno de ser contemplado. No era para ayudar al éxito de una banda de post-rock, tampoco para influenciar a un falso cronista en su intento de escribir un texto original, sino que su destino en aquel desolado horizonte tenía como fin la posibilidad de realizar una analogía entre las cualidades de mencionado horizonte y su corazón. El señor volvió a sonreír, pero esta vez no sólo por su certeza de haber encontrado el empuje hacia la redención, sino que también por haber asimilado, al mismo tiempo que sonreía, que era el último gesto placentero ofrecido. Como si hubiese necesitado de un empuje más, una idea esclarecedora se le apareció repentinamente. La sentencia ya había sido resuelta. Hacía más de unas horas que él había dejado de existir como parte intrínseca de la sociedad. Todo lo que estuvo haciendo (decidir sobre los medios, pensar en los porqués, hacer comparaciones con el imponente paisaje que lo rodeaba, etc.…) se trataba lisa y llanamente de un saludo final ¿A quién? Poco importa. Lo cierto es que las acciones que el veterano había realizado durante 30 minutos no existían. Nadie las atestiguaba más que su propia persona. Por ende: No tenían lugar ni espacio. Ya más calmo. El hombre mayor traspasó, con seguridad, la tierra emblanquecida que circundaba al árbol de ignorada edad. Sintió las ganas de saludar al árbol, ya que, siguiendo el concepto anterior, una vez que él dejara de existir, la planta también lo haría. Llegó al corredor y sin detenerse ante vagas ideas, siguió dando pasos frontales. Le pareció curioso que las barandas de la pasarela sean tan bajas. Como si se esperara que fuese un niño quién debería realizar esta caminata. “Que lo interpreten los futuros concurrentes”, exclamó al aire el empresario, ya decidido a entrar en la última etapa de su prolongado viaje. Y así fue. Por un instante su mente descansó y su cuerpo perdió la rigurosidad con la cual lo soportaba. Julián se había equivocado felizmente. Su último esbozo de sonrisa no la tuvo minutos antes de descender en las aguas glaciales, sino que tuvo lugar ya en las profundidades del mar. Cuando entendió que había hecho lo correcto, el hombre sintió una leve sensación de felicidad.