Las últimas dos ediciones del Nuevos Aires Folk fueron muy íntimas gracias a los recitales de artistas oriundos de Suecia, llámese Jens Lekman y el proyecto unipersonal de Sarah Assbring, titulado “El perro del mar”. Si bien las dos presentaciones fueron hermosas, hay un elemento en común que me molestó bastante. Antes de hacer foco sobre esta cuestión, es necesario recalcar que tanto el show de Lekman (19 de junio) como el del “Perro del mar” (13 de septiembre) fueron de mi agrado. Por el lado del cantautor, sus melodías cálidas, deudoras de un combo entre “Belle & Sebastian” y “The Magnetic Fields” y otras resonancias más relacionadas a un pop símil “Abba”, endulzaron la totalidad de “
¿Y donde está la queja? Básicamente, mi enojo se centra en la ausencia de una “banda” en la presentación de estos dos autores. En ambos conciertos, los dos músicos estuvieron acompañados por otro colega (no recuerdo sus nombres) que: o bien tocaban una segunda guitarra (eléctrica, en “El Perro del Mar”) o disparaban efectos desde una laptop (Jens Lekman). Sería exagerado afirmar que esta condición afectó significativamente el desempeño de los artistas escandinavos. No obstante, sí es válido asegurar que esta realidad limitó en parte el desarrollo de la obra reproducida en vivo. En un plano más duro, fue bastante vergonzante oír-ver un silencio de Jens Lekman, quien daba lugar a una sección de violines (programados), como si se tratara de un momento “especial”. Se extrañó horrores (en las dos noches) una batería y bajo reales. Y, especialmente, en la exposición de “El Perro del Mar” los sonidos más añorados fueron los oriundos del piano, instrumento que hace brillar a su último disco “From The Valley To The Stars”. Sería una pena si esta situación se transformara en una constante para este tipo de recitales.
Foto Jens Lekman: De la galería de Sunshine
Foto El Perro del Mar: De la galería de JJX
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