jueves, abril 14

Finisterrae

Son de esas películas que hay que ver. Quizás para putearlas, quizás para adorarlas o en todo caso, como me sucedió, para disfrutar, en buena medida, de semejante disparate tan bien creado. La trama ya de por sí puede captar o rechazar potenciales espectadores. No hay punto intermedio en la poca o mucha expectativa que genera Finisterrae. Se trata de dos fantasmas [vestidos como el estereotipo manda, o sea, con sábanas que cubren todo el torso] que desean transformarse en un ser de vida efímera. Para conseguir tal objetivo, deben recorrer un camino arduo y con diferentes obstáculos.

En el filme de Sergio Caballero predomina, ante todo, la libertad creativa. Así como un caballo puede aparecer en distintas formas, un bosque puede ser un mar de palabras y una rana puede convertirse en condesa. Hay disparates por doquier en Finisterrae y también hay mucha tensión. A pesar de que varios compartan estas impresiones, para ser sinceros, lo más atractivo de la obra es la cantidad de sensaciones en potencia que puede causarle a quien se anime a semejante experimento.

Es, definitivamente, la película “fuera de sí” del BAFICI.

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