lunes, junio 2

White Hinterland: "“Phylactery Factory"

Siempre genera atracción una chica que produce canciones, las canta, toca delicadamente el piano y se anticipa al invierno, creando resonancias inestables, que abarcan desde el jazz más oscuro y desolado, hasta otras más livianas y cercanas al universo pop. Se llama Casey Dienel y es oriunda de Boston (EE.UU), y si bien colaboran con su proyecto diversos músicos estadounidenses, ella es el alma máter de White Hinterland, grupo en el cual desarrolla sus diversas composiciones. ¿Influencias? Se podría citar a los inicios de Regina Spektor, un aura propia de Joni Mitchell o cierta fragilidad en la voz símil Joana Newson. Pero más allá del apego a las artistas mencionadas, Casey Dienel emite sus propias emociones y finezas, con una gran gama de canciones que mantienen cierta unidad melancólica e intimista. The Destruction of the Art Deco House” inicia el segundo disco de la banda, titulado “Phylactery Factory”. En “The destruction….”, la voz de Dienel va dando pequeños saltos, intentando evitar los retorcidos arreglos de cuerdas que sombrean al tema, junto con un tenso piano, de un color profundo y angustiante. Nada mejor que las sorpresas. Siempre arrancan una sonrisa. Esta situación ocurre con el segundo track del álbum, ya que al finalizar “The destruction….”, al oyente le puede causar una sensación muy agradable escuchar “Dreaming of the plum”, quizás la balada más alejada del ambiente en general que “Phylactery Factory” crea. A mitad de camino entre pequeños ritmos provenientes de la bossa-nova y un jazz de salón, “Dreaming of the plum” destila finos y entusiastas sonidos. El jazz-pop inocente y ameno tendrá un breve y agradable recorrido por las siguientes dos melodías. “A beast washedHometown Hooray” y “Lindberghs + Metal Birds”.

Pero “Phylactery Factory” comienza a cambiar de rumbo con “Calliope”, una canción conducida por cuerdas, piano y teclados, pero, principalmente, diseccionada por la voz de Casey Dienel quién canta sobre el límite de la quebrantes. Tanto en “A Beast Washed Ashore”, “Napoleon at Waterloo” y “Hung on a Thin Thread”, la taciturna temática se repite. Es Dienel y su piano entristecido. Es ella y el clishé que significa pasar una tarde gris mirando el paisaje que refleja la ventana. Es ella y una lágrima que recorre por su mejilla.

Cuando el último lamento termina y se piensa en el final de la obra, aparece un track misterioso e hipnótico. La dulce voz de Dienel se diversifica y encuentra una espiritualidad balcánica, gracias a unas trompetas minimalistas y un sonido ambiente que nos remite a otras culturas. Es el final del disco. Y una enigmática energía ha quedado flotando en el aire.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como siemrpe notas con frases que inspiran los sentidos..

FLEIZ DIA DEL PERIODISTA YOUTH¡


Sandra