jueves, enero 14

3) Antony & The Johnsons: The Crying Light

Existen dos elementos fundamentales que transforman a “The Crying Light” en imprescindible. Por un lado, la voz de Antony Hegarty es indiscutiblemente emotiva e hipnótica. Su tono capta la atención y envuelve los oídos tal como lo hacía el flautista de Hamelin. Las inflexiones del artista británico provocan escalofríos y una piel de gallina difícil de evitar. Por otro lado, la música, una suma entre el piano tocado por Antony y el aporte fundamental del grupo The Johnsons, crean un perfecto contexto dramático y desgarrador para que exprese sus penurias. Quizás este álbum pueda ser rechazado por su tristeza remarcada. No obstante, sería un error no darle un espacio adecuado a mencionada obra, simplemente por temor a quedar atrapado en la angustia de “The Cryling Light”. No obstante, también es necesario señalar que este disco es de aquellos que se disfrutan plenamente cuando de hecho uno termina afectado anímicamente. Es así que cierto sadomasoquismo musical se vuelve imprescindible para dejar entrar a “The Cryling…” en nuestras vidas. Una vez dentro, el desconsuelo de Antony es miel pura y los sutiles aportes musicales los mejores recolectores de semejante desesperación.

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