sábado, abril 4

Tulpan

Tengo que reconocer que un factor clave para considerar a “Tulpan” como la experiencia más gozosa del BAFICI es la sorpresa. No soy habitúe de filmes en lugares desérticos con muchos animalitos sueltos. Y entonces, cuando veo alguno que hace foco en este tema, me impresiona.

Hecha la aclaración, puedo sostener que “Tulpan” golpea los sentidos visuales y auditivos. Quizás sea insoportables para algunos, pero la nitidez sonora de camellos, corderos y vacas convierten a la obra en un semi-documental. Por otra parte, los personajes que viven en una estepa desierta en Kazajistán ayudan a esta impresión, ya que son tan reales que sorprende. Hay tomas increíbles. Ovejas cargadas al hombro para ser llevadas en un camello, rebaños que enloquecen y se escapan de un torbellino y, principalmente, una escena que será difícil olvidar: Un parto de un cordero con mucho nerviosismo y desesperación. Cabe señalar que no fue para nada gratuita esta escena.

También hay una historia dramática. Tenemos a un viajante (Asa) que llega a estas inhóspitas tierras para ayudar a su hermana y su cuñado en las tareas diarias. Con éste último, la relación es tirante y motivo de muchas discusiones. Por otra parte, Asa necesita casarse para conseguir un rebaño de parte del cuñado. Para este fin, intenta seducir a una “invisible” chica, llamada Tulpan. De esta manera, con la trama amorosa y conflictiva “Tulpan” termina por convencer y se transforma en un largometraje muy disfrutable. Es cierto, la historia queda chiquita ante el paisaje desolador, el caos que genera filmar lo inesperado y demás vicisitudes propias de un terreno inmenso. Pero, lo importante es que el director Sergei Dvortsevoy no se conforma con los planos panorámicos, sino que propone un guión interesante y sumatorio para el natural disfrute de una obra tan natural y fáunica.

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