lunes, abril 11

Caterpillar

A veces, el BAFICI funciona de manera pedagógica. Salí [mos] de la sala con un pensamiento: “Si habría que ejemplificar, cinematográficamente, el significado de “golpe bajo”, “Caterpillar” sería una muestra perfecta. El filme de Koji Wakamatsu es tan indignante como lo son los escritos que me influenciaron para ver esta película. Morbosa y masturbatoria, la obra japonesa se sostiene desde un punto central limitado, de muy corta vida.

Ambientada en la segunda guerra mundial, un soldado japonés regresa a su hogar sin piernas ni brazos y con enormes dificultades para comunicarse. Wakamatsu plantea dos realidades: Una externa, en la cual el ex combatiente recibe honores y elogios de su pueblo y otra interna, que se sitúa en su hogar, con su mujer. Es aquí donde la miseria humana florece y este denominado “dios de la guerra” muestra su otra cara.

El planteo inicial del director nipón es llamativo. Al menos lo es hasta la mitad del rodaje, ya que los siguientes 45 minutos se construyen sobre una base lastimera y vergonzosa. La incipiente puesta en escena es repetida hasta el hartazgo, mientras la degradación ya no sólo es humana sino cinematográfica. Wakamatsu se masturba con el sufrimiento de sus personajes y termina por convertir a “Caterpillar” en una obra infantil y gratuita.

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