viernes, marzo 27

Gigante

Luego de ver un filme de gente “clase alta”, con formalidades, en locaciones lujosas y con maneras líricas para comunicarse, nada mejor que una vuelta al “mundo real”. Con paradas de micros perdidos, membranas, una persona que se engancha al cable y se limpia las manos, tras comer, con los pantalones. “Gigante” es una película simple, chiquita, que transcurre en lugares cotidianos y con un lenguaje común. ¿Cuál es la diferencia entre esta obra y cualquier producción de Polk-a? La espontaneidad. Desde las “s” comidas hasta los suspiros de agotamiento del personaje, “Gigante” emite naturalidad, esquivando todo tipo de demagogia.

Jara (Horacio Camandule) trabaja en un supermercado. Es personal de seguridad privada y está detrás de las pantallas, observando los movimientos del comercio. Un poco excedido de peso y amante del metal (su remera de Bioahazard está en la mayoría de las tomas), Jara convierte su vida en una. De la casa al trabajo y viceversa. Y en ambos sitio su transcurrir es idéntico. Horas muertas, aburrimiento, pequeñas bromas entre compañeros. No más. Hasta que un día, nuestro gordito heavy comienza a obsesionarse con una empleada del sector de limpieza. Su aparente timidez (y su tendencia voyeurista) provocan que Jara empiece a entrar en contacto con Julia, a través de las cámaras, de seguimientos posteriores al trabajo y charlas con terceros. El director, Adrián Biniez, construye una historia escueta que si bien a veces bordea el hartazgo nunca decae, gracias a los toques de humor muy bien colocados y a la tierna naturalidad del personaje principal. Una película que gira en torno a la soledad, el agotamiento laboral y el tiempo perdido que comienza a no ser tal. Todo en clave minimalista. Bien diferente al título.

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