domingo, abril 20

Bashing

Masahiro Kobayashi (director) plantea una situación extraña y difícil de explicar. Yoku es una joven japonesa que regresa a su país, luego de pasar un tiempo situada en Irak, en donde fue secuestrada, mientras cumplía labores como ayuda voluntaria. En su vuelta, el trato que recibe es inexplicable. Todos la rechazan y cargan sobre ella una pesada acusación, que es la de haberse convertido en una vergüenza nacional.

Los maltratos que recibe Yoku son incontables, ya que a los de origen físico y verbal, hay que sumarles los no-verbales, o sea, la indiferencia, a cargo de sus padres.

Kobayashi pone de manifiesto un lugar (Japón) y una actitud irracional (el rechazo a una joven, por haber ayudado a personas de un país extranjero). No obstante, esta denigración que Yoku sufre, esconde un sentimiento percibido en distintos territorios del planeta, como lo es la culpa social que representa tener de nuevo, dentro de la sociedad, a un ciudadano que estuvo involucrado de algún modo en un hecho trágico para el país, y que, luego de pasar por momentos penosos, regresa a la ciudad para volver a reintegrarse. Si bien Kobayashi parte de un esquema totalmente desigual (Yoku fue a Irak como auxilio voluntario), se hace arduo no realizar una pequeña analogía entre las dificultades que se le presenta a la muchacha oriental para recuperar su vida y la misma situación que atravesaron/atraviesan muchos ex combatientes en nuestro país.

Pero lo destacable de este filme, más allá del caso individual, es la lucidez con la cual Kobayashi desarrolla el concepto de la culpa social que se deposita en las espaldas del individuo partícipe de determinada tragedia. En el caso de “Bashing", esta obnubilación social resulta beneficiosa para no reflexionar sobre las culpas de tener un sistema basado en la xenofobia y en un frío individualismo.

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