miércoles, abril 16

La Comedia de la vida

Decir “La comedia de la vida” no es lo mismo que proferir “Ustedes, los vivos” (traducción más coherente), ya que esta comedia dirigida por el sueco Roy Andersson está construida de relatos tragi-cómicos de parte de diversos personajes de rostros pálidos y movimientos cansinos, similar a las momias. No sabemos si estas personas están fallecidas o, peor aún, están muertas en vida, lo cual cambia de manera significante la concepción de la obra. Lo que sí se reconoce es la intención del director nórdico por devolver con una sonrisa cada tragedia que la vida (o la muerte) nos regala.

Y el camino que Andersson elige para transformar las miserias humanas en cómicas situaciones, es el absurdo. Personajes que narran sus sueños a un público inexistente, otros que derraman sus lágrimas ante personas desconocidas y desinteresadas, sucesos cotidianos llevados a un extremo del disparate, jueces que gustan de beber cerveza mientras condenan a muerte a un ciudadano por romper una porcelana con más de 200 años de antigüedad, y otras innumerables escenas alocadas, son el contenido de “La Comedia de la vida”.

El filme encuentra su sabor agridulce luego de los primeros 30 minutos cargados de risas, debido que cuando las escenas desgraciadas no mutan en un excentricismo desatinado, al espectador se le genera una mínima mueca algo forzada. Quizás sea una especie de acusación de nuestro director Andersson, ya que nos ha tendido la trampa al principio del filme, y ha logrado que estallemos de risas ante historias desconsoladas que ahora no nos parecen graciosas, sino más bien todo lo contrario. Empezamos a sentirnos como esa gran cantidad de actores que pueblan “La Comedia....”, personajes secundarios que observan las demencias diarias sin prestar atención alguna ni interesarse mínimamente en ello.

Este argumento puede ser más sólido si se confirma una gran obsesión presente en Andersson desde que filma spots publicitarios para el partido social-demócrata en Suecia. Esta fracción tuvo una gran pasividad en tiempos de surgimiento de la Alemania nazi, y pareciera que esta desatención y desinterés son una gran marca en el modo de filmar para Andersson. Más allá de la interpretación, “La Comedia de la vida” es una excelente chance para volver a encontrarse con otra manera de abordar la comedia, con secuencias ilógicas y sorpresivas y protagonistas errantes que deambulan por el mundo de manera tortuosa y egocéntrica. Podemos dejar, por un rato, la idealización detrás y disfrutar del dolor ajeno. ¡Sin culpas!

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