jueves, abril 17

Encounters at the End of the World

No tengo necesidad de esconder mi ignorancia cinéfila, ya que escribo en un blog súper-personal, y no para un medio importante. Si bien me "sonaba" el nombre, no conocía ninguna obra de Werner Herzog, director, que según especialistas, es una leyenda viviente, una eminencia del cine alemán, un hombre que ama a la naturaleza, adentrándose en ella y compartiendo tiempo y espacio. Pareciera ser que desde chico ha recorrido el mundo (en varias ocasiones a pie), descubriendo y filmando particularidades naturales del mundo, que nos rodean, y que muchas veces no las tenemos en cuenta.

En “Encounters at the end of the world”, el director germánico viaja hasta la Antártida. Para ser más preciso, parte hacia la base científica estadounidense llamada "McMurdo", ubicada en la isla de Ross, y hasta allí, Herzog lleva sus preguntas "diferentes" sobre los comportamientos humanos y naturales, uniendo los dos grandes movimientos que se producen en la Isla Ross. El de la naturaleza y el de los hombres que la habitan. Por el lado del hombre, el artista se topa con diversos científicos y profesionales quienes, a pesar de sus distintas personalidades, todos coinciden en una característica: Un espíritu viajero. Herzog pregunta, con mucha acidez, cómo una persona puede llegar hasta aquel lugar. Y las respuestas que obtiene reflejan una naturalidad casi tan pura como la naturaleza que filma en la Antártida.

Yendo al plano natural, Herzog impresiona con sus tomas de alta calidad, captando imágenes tan bellas como impactantes, tanto de organismos unicelulares, plantas acuáticas, o simples focas recostándose sobre el hielo. Es redundante remarcarlo, pero también es necesario destacar estas representaciones paradisíacas (bajo el agua) que dejan al hombre como un simple actor secundario.

No obstante, “Encounters at the end....” puede ser malinterpretada si se piensa que es un mero programa (de TV) sobre biología. Y es que las intromisiones de parte de Herzog, reflejan una postura filosófica en el filme. La naturaleza es insuperablemente hermosa, pero es el hombre quién la fundamenta. Es el hombre quién la estudia, es él quién la vuelve maravillosa. Y es él quien intenta destruirla, no entendiendo que significa su propio fin.

A pesar de esta leve interpretación, Herzog tampoco es autocomplaciente con el ser humano. Desprecia el interés político-económico que caracterizó a los primeros pobladores de la Isla y detesta el egocentrismo disfrazado de curiosidad cultural.

El director alemán también se toma su tiempo auto-referencial para recalcar que esta película no es un simple "filme de pingüinos", haciendo referencia a la marcada tendencia comercial de filmar a mencionados animales. Sin embargo, Herzog debe contradecirse por unos leves minutos, y captar a un pingüino que se ha alejado, inexplicablemente, del grupo, yendo hacia las montañas, en dirección contraria al lugar donde están los alimentos. Su destino no tendrá otra consecuencia que la muerte. Para Herzog, en cambio, esta tierna y asombrosa secuencia (una de las tantas que hay en el filme) le da pie para una categórica frase: "Después de tanto andar, la raza humana ha demostrado que biológicamente no puede sostenerse". Utilizando una frase hecha, se puede afirmar que es cierto que no estamos solos en este mundo. Sin embargo, no es necesario mirar para arriba. Herzog, con su obra de arte, propone que posemos la mirada a nuestro alrededor y descubramos los diversos mundos que existen, además del nuestro.

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