lunes, abril 14

Cycling Cronicles: Landscapes the Boy Saw

En todas las salas del Bafici, y antes de proyectarse las películas, una pequeña ironía se proyecta por las pantallas. Son los diez mandamientos para lograr un filme exitoso. Entre las diez sarcásticas máximas, una dice: "No le faltes el respeto al público con planos largos". La broma funciona. El miedo a mencionadas tomas está muy presente en públicos más estandarizados. Sin embargo, a veces, una mera burla puede transformarse en realidad.

Es muy difícil no tomarle odio a una película como “Cycling...” Muy arduo ser benévolo con una obra que pareciera haber sido concebida para el lucimiento personal del director. Wakamatsu dirige este filme, que en primera instancia, su historia llama la atención. Un joven de 17 años escapa hacia el norte de Japón (sin saber exactamente hacia donde dirigirse), luego de haber asesinado a su madre con un bate de béisbol. Esta huida se produce en pleno invierno y con una bicicleta como medio de transporte. "Interesante", me dije a mi mismo al leer la breve sinopsis. Pero lo que empezó siendo una introducción atrayente, luego se convirtió en una meseta artística. Una irritante falta de ideas, que intentaba mutar (falsamente) en cine-arte.

La discusión sobre los planos largos no es muy difícil de abordar. Una imagen congelada durante varios minutos puede ser muy bella. Expresando o no algún sentimiento. O sea: Lo que "no se dice" puede ser tan valioso como lo que "sí se dice". Lo grave sucede cuando los extensos planos insisten con una idea ya percibida. Cuando parecieran estar endilgados para la auto-exclamación del director. Y esto ocurre con “Cycling....”, ya que las diversas tomas (montañas, la ardua nieve, la inexpresividad del joven nipón) se repiten hasta al hartazgo, pierden su efecto simbólico y se transforman en meros baches argumentativos. O peor aún. Dejan a trasluz la vanidad con la cual Wakamatsu delineó el proyecto.

Para más dificultades, los personajes que el adolescente japonés se cruza en su camino, pierden su mínima poción de interés en vastos relatos. Un anciano enmarca sus sabidurías en un monólogo de casi 15 minutos, en los cuales la reiteración de sus dichos son sus propiedades.

"No pasa nada en la película", es la frase simplista con la cual muchos podrían destruir al filme. Si bien es parcialmente cierto este dicho, es importante señalar una cuestión un tanto obvia. La expresividad siempre está presente, de manera explícita o implícita. Lo grave sucede cuando lo que "no se dice" es una mera pose que se cuadriplica hasta el infinito sin poseer sustancia alguna y con un fin vago y egoísta. Es así como los bellos lugares orientales, las largas tomas del joven andando en bicicleta y las reservas emocionales son circunstancias que en lugar de conectarlas a un plano humano, vegetal, animal, etc....(de manera expuesta o no) son retenidas como una simple postal turística, un agujero narrativo y un egocentrismo exasperante.

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