viernes, abril 9

Hadewijch

Comencé a percibir esta película con cierto miedo, ya que pensé que se trataba de un largo relato religioso, basado más en las prácticas divinas que en los conflictos reales que conlleva toda procesión in extremis. A los 15 minutos de comenzada la obra, las monjas del convento (en el cual reside la abnegada y fervorosa creyente Hadewijch) dejan en claro para donde se dirigirá el filme de Bruno Dumont: Las ancianas ordenan a la joven que debe retirarse del lugar para probar su amor por dios en el mundo.

Mi ignorancia cinéfila provoca que jamás tenga en cuenta otros aspectos de una película (más allá de tomas, guión y actuación). Pero esta vez es imposible no remarcar lo significante que es la luz en la obra, acondicionada para llevar a cabo una historia espiritual, metafísica dirían algunos que entienden del tema. Por otra parte, los primeros planos son una delicia (tanto las expresiones como la calidad de la imagen tomada) que conectan de modo intenso la historia con sus protagonistas.

Volviendo a la parte narrativa de “Hadewijch”, su desarrollo está supeditado al delirio místico de la muchacha. Su encierro y consecuente martirio psíquico-emocional va de la mano con actitudes libres y espontáneas que siempre tienen como fin último acercarse a Dios. El camino que transita Hadewijch es un recorrido tortuoso y sacrificado, propio de un sendero en el cual el objetivo final es inalcanzable. En el medio, y tal cual se lo ordenaron las monjas del convento, la adolescente lidiará con situaciones cotidianas (amorosas) y otras más peligrosas. La actuación de Julie Sokolowski impacta y conmueve por su naturaleza celestial llevada a cabo hacia las extremidades.

Finalizado el filme, el director contestó algunas preguntas (o algo parecido) hechas por los espectadores. Si quedaban dudas sobre la postura del realizador francés acerca del tema tratado, fueron evaporadas con una afirmación precisa: “Las religiones son un estado demencial"

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