lunes, abril 12

Morrer como um homem

Hay dos sensaciones dispares que provoca "Morrer como um homem": Por un lado, asistimos a un relato de múltiples tonos (a veces crudo, otras cómico, dramático, absurdo) en el cual un travesti, llamado Tonia, afronta un sin números de desgracias. Su ocaso como bailarina, un novio inestable y un hijo traumado con la realidad son los tres puntos fundamentale sobre los cuales Tonia derramará sus lágrimas.

Personalmente, siempre he detestado personajes abnegados, masoquistas, que parecieran encontrarle algún gusto al sufrir tanto (en lugar de actuar). En este caso, Tonia ocupa ese lugar y su malestar con la vida que la rodea es evidente. No obstante, el filme de João Pedro Rodrigues no se estaciones en ese sufrimiento, ya que su figura estelar al mismo tiempo que derrocha penas, avanza. De esta manera, la obra portuguesa deja entrar a numerosas personalidades, cada uno con sus excentricidades, y evita estacionarse en puros lamentos.

Por otra parte, en ocasiones, da la sensación de que los entretelones y las idas y vueltas amorosas perderían significado (o al menos serían minimizados) sino se tratara de una película poco convencional en lo que refiere a la elección de sus actores/actrices. Es decir: En momentos, “Morrer como um homem” pareciera sostener su historia melodramática gracias a la mezcla entre su clima convencional y sus excéntricos protagonistas.

Pese a estos cuestionamientos, el filme brilla en su intención de lograr diversos climas y abordar distintos géneros. En sus dos horas de duración, “Morrer como um homem” puede fluctuar desde el drama más convencional, pasando por situaciones absurdas o incluso agregar escenas místicas y bélicas. En la variedad está el gusto pareciera sentenciar la obra.

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