domingo, abril 11

Kinatay

Pasar de “At the end of daybreak” a “Kinatay“parecía una elección más que acertada. Los primeros minutos del filme de Brillante Mendoza son muy disfrutable. Caos peatonal, tránsito anárquico por calles sin delimitar, una persona que amenaza con tirarse desde un edificio, histeria periodística, estudiantes de policía inquietos….Todo registrado con una cámara en movimiento, valiosa decisión para generar el efecto torbellino.

En el medio del disturbio, tenemos a Peping, un joven filipino que el mismo día en que se une civilmente con su novia, acompaña a un grupo de oficiales para llevar a cabo una misión justiciera. Es aquí cuando la película detiene su motor y se estaciona en un ambiente denso y enigmático. Cuando Peping ingresa al automóvil de los efectivos, "Kinatay" cambia su porvenir drásticamente. La mutación climática no es una mala elección, sí lo es la manera en que se lleva a cabo.

Las extensas tomas recalcando (una y otra vez) la misma espesura ambiental y la indecisión del personaje principal terminan provocando un hastío irrecuperable. Los preliminares de la acción que se llevará a cabo, en lugar de generar intriga, provocan fatiga y desinterés por la historia a contar.

El letargo audiovisual de "Kinatay" termina por enrarecer el último cuarto de hora del filme, ya que sus imágenes con un alto grado de violencia pierden significado y se acercan más a una elección infantil y morbosa que a una decisión artística.

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